Haced
lo que él os diga
Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia
y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes, tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán «abandonada»,
ni a tu tierra «devastada»;
a ti te llamarán «Mi favorita»,
y a tu tierra «Desposada»;
Porque el Señor te prefiere a ti
y tu tierra tendrá marido.
Como un joven se casa con su novia,
así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa,
la encontrará tu Dios contigo.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R.
Proclamad día tras día su victoria,
contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente». R.
Hermanos:
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu;
hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor;
y hay diversidad de funciones,
pero un mismo Dios que obra todo en todos.
En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría;
otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu.
Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe;
y otro, por el mismo Espíritu, don de curar.
A éste le han concedido hacer milagros;
a aquél, profetizar.
A otro, distinguir los buenos y malos espíritus.
A uno, el lenguaje arcano;
a otro, el don de interpretarlo.
El mismo y único Espíritu obra todo esto,
repartiendo a cada uno en particular como a él le parece.
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo:
–No les queda vino.
Jesús le contestó:
–Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dijo a los sirvientes:
–Haced lo que él diga.
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
–Llenad las tinajas de agua.
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó:
–Sacad ahora, y llevádselo al mayordomo.
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
–Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora.
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él.
Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.
Jesús inaugura una religión de vida
Después de Navidad y Epifanía, y antes de llegar a la Cuaresma, se intercala un
tiempo intermedio, en la liturgia de los domingos, que se toma del tiempo común
en el que se siguen las lecturas del Ciclo C. Pero en realidad este “segundo
domingo” siempre ha sido un domingo de transición que ha tenido como marco los
capítulos primeros del evangelio de Juan, que es leído, normalmente, en los
tres ciclos, durante el tiempo de Cuaresma y Pascua.
·
Iª
Lectura: Isaías (62,1-5): El enamoramiento de Dios desde la justicia
I.1.
La lectura profética está tomada de la tercera parte del libro de Isaías (se le
llama el Tritoisaías); y el profeta discípulo, o de la escuela de Isaías en
sentido amplio, anuncia una nueva Jerusalén, la ciudad de Sión, bajo el
lenguaje poético del enamoramiento y el amor divinos. La gran pasión del
profeta Isaías fue Jerusalén, donde estaba el templo de Dios o, lo que es lo
mismo, su presencia más determinada según la teología de los especialistas.
Pero ni siquiera la presencia de Dios se garantiza eternamente en un lugar o en
una ciudad, si allí, sus habitantes y todos los que deseen venir a ella, no se
percatan de la necesidad de la justicia como signo de salvación. La estrecha
unión, en los profetas, entre la presencia de Dios y la justicia es algo digno
de resaltar. Es evidente que Dios no puede comprometerse con un pueblo que no
cuida a los pequeños, a los desgraciados y a los que no tienen casi nada. Si la
religión es “religarse” a Dios.
I.2.
Conceptos y palabras fuertes son las que podemos oír en este bello poema
profético (que debemos leer desde 61,10): amor, justicia, salvación. Es como la
descripción de la boda de un rey victorioso con su esposa, que en este caso es
Sión, Jerusalén. La boda, en realidad, es una victoria, la victoria de la
justicia (sdqh). Esa es su corona y su triunfo: desposar a la amada Jerusalén.
Por lo mismo, hablar de una Jerusalén nueva es anunciar una religión nueva,
revivida por el amor eterno de Dios. Jerusalén es la esposa, pero ¿qué hace una
esposa desposada si en sus bodas falta el vino nuevo del amor? Eso es lo que
sucedió en las bodas de Caná, en Jerusalén, en la religión judía, hasta que
interviene Jesús ofreciendo el vino nuevo del amor divino. Una religión sin
amor es como unas bodas sin amor. Y muchas veces nos acostumbramos a practicar
ese tipo de religión: vacía, sin sentido, sin enamoramiento.
·
IIª
Lectura: 1Corintios (12,4-11): Los carismas y el bien común de la comunidad
II.1.
En el pasaje de la carta a los Corintios de San Pablo que leemos hoy encontramos
la teología de los carismas en la comunidad. Este texto está elaborado por dos
conceptos que se atraen: unidad y diversidad. Hay diversidad de carismas, de
ministerios y de funciones, pero en un mismo Espíritu, en un mismo Señor,
en un mismo Dios (he aquí la unidad). Pero sobresale el papel del Espíritu como
fuente inmediata de los carismas, servicios y actuaciones. No es ahora el
momento de fijarnos en la diversidad o en la misma enumeración y orden que
Pablo establece. Podría ser curioso el orden y el sentido de los mismos, pero
no es el momento de hacer una lectura exegética que, además, debería tener en
cuenta todo el conjunto de 1Cor 12-14 para mayor alcance. Quizás los dos
últimos, el de hablar en lenguas (glosolalia) y el de interpretarlas estarían
en el fondo de un problema que se ha suscitado en la comunidad y sobra lo que
han consultado al apóstol. El criterio, no obstante, es que los dones
especiales que cada uno tiene, por el Espíritu, deben estar al servicio de la
comunidad cristiana.
II.2.
El fenómeno de la glosolalia es extático y tiene que ver con algunos elementos
de este tipo en el mundo helenista, como en Delfos o las Sibilas. Quizás
habría de tomar en consideración las palabras de K. Barth, quien decía que este
tipo de oración podría llamarse «expresión de lo inexpresable». El apóstol san
Pablo en 1Cor 14,18 apunta, incluso, que él mismo es capaz de «hablar en
lenguas» y no parece que haya ironía en sus palabras. Algunos corintios estaban
deslumbrados con este carisma que consideraban de los más brillantes y
celestes, casi como un meterse en lo divino. Pero ¿quién lo puede entender?
Tiene que haber alguien que lo interprete. Pablo no habla con ironía sobre este
caso, repetimos, pero su criterio es decisivo: el bien de la comunidad.
II.3.
Estamos ante una teología que pone de manifiesto la vitalidad de una comunidad
cristiana donde el Espíritu (como el vino nuevo de la vida) concede a cada uno
su papel en el servicio en beneficio de los otros: unos predican, otros alaban,
otros consuelan, otros profetizan, otros se dedican a los pobres y
desheredados; todo bajo el impulso del Espíritu de Jesús. Pablo les habla de
esta manera a una comunidad que no era precisamente un prodigio de unidad, sino
que había algunos que pretendían imponerse sobre los otros en razón de roles
que podían resultar extraños y donde se buscaba más el prestigio personal que
el servicio a la comunidad. Estos dones, pues, si no saben ponerse al servicio
de todos no vienen del Espíritu.
·
Evangelio:
Juan (2,1-11): Llenar la religión de alegría y vida
III.1.
El evangelio de hoy nos propone el relato de las bodas de Caná como el primer
signo que Jesús hace en este evangelio y que preanuncia todo aquello que Jesús
realizará en su existencia. Podríamos comenzar por una descripción casi
bucólica de una fiesta de bodas, en un pueblo, en el ámbito de la cultura
hebrea oriental. Así lo harán muchos predicadores y tienen todo el derecho a
ello. Pero el evangelio de Juan no se presta a las descripciones bucólicas o
barrocas. Este es un relato extraño que habla de unas bodas y no se ocupa, a
penas, de los novios. La novia ni se menciona. El novio solamente al final para
reprocharle el maestresala que haya guardado el vino bueno. La “madre y su
hijo” son los verdaderos protagonistas. Ellos parecen, en verdad, “los novios”
de este acontecimiento. Pero la madre no tiene nombre. Quizás la discusión
exegética se ha centrado mucho en las palabras de Jesús a su madre. “¿qué entre
tú y yo”? o, más comúnmente. “¿qué nos va ti y a mi”? Y el famoso “aún no ha
llegado mi hora”. Cobra mucha importancia el “vino” que se menciona hasta cinco
veces, ya que el vino tiene un significa mesiánico. Y, además, esto no se
entiende como un milagro, sino como un “signo” (semeion), el primero de los
seis que se han de narrar en el evangelio de Juan.
III.2.
La fuerza del mensaje del evangelio de este domingo es: Jesús, la palabra de
vida en el evangelio joánico, cambia el agua que debía servir para la
purificación de los judíos -y esto es muy significativo en el episodio-, según
los ritos de su religión ancestral, en un vino de una calidad proverbial. El
relato tiene unas connotaciones muy particulares, en el lenguaje de los
símbolos, de la narratología y de la teología que debemos inferir con decisión.
El “tercer día” da que pensar, pues consideramos que es una expresión más
teológica que narrativa. El tercer día es el de la pascua cristiana, la
resurrección después de la muerte. No es, pues, un dato estético sino muy
significativo. También hay una expresión al tercer día en el Sinaí (Ex 19,11)
cuando se anuncia que descendería Yahvé, la gloria de Dios.
III.3.
La teología del evangelio de Juan quiere poner de manifiesto, a la vez, varias
cosas que solamente pueden ser comprendidas bajo el lenguaje no explícito de
los signos. Jesús y su madre llegan por caminos distintos a estas bodas; falta
vino en unas bodas, lo que es inaudito en una celebración de este tipo, porque
desprestigia al novio; la madre (no se nos dice su nombre en todo en relato, ni
en todo el evangelio) y Jesús mantienen un diálogo decisivo, cuando solamente
son unos invitados; incluso las tinajas para la purificación (eran seis y no
siete) estaban vacías. Son muchos vacíos, muchas carencias y sin sentidos los
de esta celebración de bodas. El “milagro” se hace presente de una forma
sencilla: primero por un diálogo entre la madre y Jesús; después por la
“palabra” de Jesús que ordena “llenar” las tinajas de unos cuarenta litros cada
una.
III.4.
María actúa, más que como madre, como persona atenta a una boda que representa
la religión judía, en la que ella se había educado y había educado a Jesús. No
es insignificante que sea la madre quien sepa que les falta vino. No es una
boda real, ni un milagro “fehaciente” lo que aquí se nos propone considerar primeramente:
es una llamada al vacío de una religión que ha perdido el vino de la vida.
Cuando una religión solamente sirve como rito repetitivo y no como creadora de
vida, pierde su gloria y su ser. Jesús, pues, ante el ruego de las personas
fieles, como su madre, que se percatan del vacío existente, adelanta su hora,
su momento decisivo, para tratar de ofrecer vida a quien la busca de verdad. Su
gloria no radica en un milagro exótico, sino en salvar y ofrecer vida donde
puede reinar el vacío y la muerte. Esa será su causa, su hora y la razón de su
muerte al final de su existencia, tal como interpreta el evangelio de Juan la
vida de Jesús de Nazaret. De una religión nueva surgirá una comunidad nueva.
III.5.
Podríamos tratar de hacer una lectura mariológica de este relato, como muchos
lo han hecho y lo seguirán haciendo. El hecho mismo de que este relato se haya
puesto como el segundo de los “misterios de luz” del Rosario de Juan Pablo II
es un indicio que impulsa a ello. Pero no debemos exagerar estos aspectos mariológicos
que en el evangelio de San Juan no se prodigan, aunque contemos con la escena a
los pies de la cruz (Jn 19,26-27) que se ha interpretado en la clave de la
maternidad espiritual de María sobre la Iglesia. Nuestro relato es
cristológico, porque nos muestra que los “discípulos creyeron en él”. Eso
quiere decir que la mariología del relato (el papel de María en las bodas de
Caná) debe estar muy bien integrada en la cristología. María en el evangelio de
Juan puede muy bien representar a una nueva comunidad que sigue a Jesús (como
el discípulos amado) y que ve la bodas de esos novios que se quedan sin vino
como una lectura crítica de un “judaísmo” al que combaten “los autores” del
evangelio de Juan. De ahí que la respuesta de Jesús a su madre en el relato, si
lo hacemos con la traducción más común: “¿qué nos va a ti y a mí?”, puede
tener todo su sentido si el evangelista quiere marcar diferencias con un
judaísmo que se está agotando como religión, porque ha perdido su horizonte
mesiánico. Y unas preguntas finales: ¿y a nuestra religión qué le está
sucediendo? ¿es profética; trasmite vida y alegría?.
·
«Delicia
y alegría de Dios».
El profeta Isaías anuncia una maravillosa conversión, un cambio
a fondo de la humanidad, representada en la ciudad de Jerusalén, que se
convertirá en «delicia y alegría de Dios». El profeta no puede callarse.
Muestra cercana y, lo hace en tono exultante de gozo, la nueva realidad que se
extenderá por todos los pueblos de la tierra: —Resplandecerá la salvación, que
brillará como una antorcha. Los pueblos y sus gobernantes verán la justicia y
la gloria del Señor. Será incluso nuevo el nombre de los integrantes de la
comunidad de salvación. Su dignidad alcanzará la cima más elevada. Plena será
su sintonía con Dios, que se reforzará por medio de una alianza inquebrantable.
·
«Mujer,
déjame, todavía no ha llegado mi hora»
En la misma línea del anuncio profético de un cambio de época,
por lo que a la historia de la salvación se refiere, se sitúa el prodigio
obrado por Jesús en las bodas de Caná, aldea de Galilea situada entre Nazaret y
el lago de Genesaret. Los pueblos del mundo, por la omnipotencia divina y la
mediación humana, tienen el camino abierto para convertirse en óptima familia
de Dios. —La fuente y explicación de este cambio está en Jesús, que viene a
salvar y accede a los ruegos de su madre para que no demore por más tiempo,
sino que anticipe el momento de «manifestar su gloria». —En el «misterio de
Caná» se halla ya presente, de manera «prefigurada», cuanto se desarrollará más
tarde en la pasión, crucifixión, muerte y resurrección del Señor. María, que
estará firme al pie de la cruz, se adelante aquí con una súplica llena de
confianza. No cede en su petición, aunque escucha de labios de su Hijo estas
palabras, en apariencia disuasorias: —«Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi
hora». Pero, a la vez, María, nueva Eva, mira hacia los destinatarios de la
salvación. Bien puede decirse que nos dirige, en la persona de los servidores,
el mandato que San Juan de Ávila calificaba de sermoncillo de María: —«Haced lo
que él os diga». Estas palabras se convierten en exhortación apremiante de
fidelidad al Evangelio, que tiene poder para forjar una nueva humanidad desde
sus mismos cimientos.
·
«Recibirá
de lo mío y os lo explicará a vosotros»
La obediencia de fe y amor a Jesús se condensa, tras su
glorificación, en una fina docilidad al Espíritu Santo, enviado por él para
recordar sus mensajes, profundizarlos y llevarlos a la práctica. Del Espíritu
prometido anticipó él mismo: —«Recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros»
(Jn 16, 14-15). El Espíritu hace posible la intimidad con Jesús e impulsa a
confesarlo como «Señor» (1 Cor 12, 3). —Por la correspondencia al poder del
Espíritu va edificándose y se consolida la humanidad renovada por la gracia de
la salvación que viene de Cristo. —La colaboración humana, querida por Dios,
presenta un verdadero abanico de posibilidades, que se plasman en ministerios y
actuaciones diversas, todas brotando del mismo y único manantial del Espíritu.
Todas, igualmente, orientadas al bien común del nuevo pueblo de la gracia. —Es
lo que pretende el anuncio de la Palabra llena de la sabiduría y ciencia
divina, de igual modo, la tarea que se dirige a formar y apoyar en la
correspondencia a la fe, que es fermento de nuevas culturas, el servicio solícito
y competente al mundo de los enfermos y del dolor, la certera orientación que
procede del discernimiento de espíritus, la interpretación de los signos y del
lenguaje de Dios, que siempre tiene una Palabra iluminadora. Del Espíritu
procede incluso el ministerio de profetizar y de realizar milagros, sobre todo
en el orden de gracia. Todo ello en conformidad con cuanto se proclama hoy en
la segunda lectura.Los signos y la manifestación de la gloria de Jesús, a ejemplo de los apóstoles presentes en Caná, tiene también que ayudarnos a crecer en la fe en él, una fe que se exteriorice en obras que procedan del amor con que «él nos amó primero» (1 Jn 4, 19).
PADRE
BENDICE
A NUESTRA PATRIA
Los signos y la manifestación de la gloria de Jesús, a ejemplo de los apóstoles presentes en Caná, tiene también que ayudarnos a crecer en la fe en él, una fe que se exteriorice en obras que procedan del amor con que «él nos amó primero» (1 Jn 4, 19).
ResponderEliminar