«Amarás al
Señor, tu Dios... Amarás a tu prójimo»
Hoy, el
maestro de la Ley le pregunta a Jesús: «¿Cuál es el mandamiento mayor de la
Ley?» (Mt 22,36), el más importante, el primero. La respuesta, en cambio, habla
de un primer mandamiento y de un segundo, que le «es semejante» (Mt 22,39). Dos
anillas inseparables que son una sola cosa. Inseparables, pero una primera y
una segunda, una de oro y la otra de plata. El Señor nos lleva hasta la
profundidad de la catequesis cristiana, porque «de estos dos mandamientos
penden toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,40).
Efectivamente, en los santos que conocemos vemos cómo el amor a Dios, que saben
manifestarle de muchas maneras,
He aquí la razón de ser del comentario clásico de los dos palos de la Cruz del
Señor: el que está cavado en tierra es la verticalidad, que mira hacia el cielo
a Dios. El travesero representa la horizontalidad, el trato con nuestros
iguales. También en esta imagen hay un primero y un segundo. La horizontalidad
estaría a nivel de tierra si antes no poseyésemos un palo derecho, y cuanto más
queramos elevar el nivel de nuestro servicio a los otros —la horizontalidad—
más elevado deberá ser nuestro amor a Dios. Si no, fácilmente viene el
desánimo, la inconstancia, la exigencia de compensaciones del orden que sea.
Dice san Juan de la Cruz: «Cuanto más ama un alma, tanto más perfecta es en
aquello que ama; de aquí que esta alma, que ya es perfecta, toda ella es amor y
todas sus acciones son amor».
les otorga una gran
iniciativa a la hora de ayudar al prójimo. Pidámosle hoy a la Virgen Santísima
que nos llene del deseo de sorprender a Nuestro Señor con obras y palabras de
afecto. Así, nuestro corazón será capaz de descubrir cómo sorprender con algún detalle
simpático a los que viven y trabajan a nuestro lado, y no solamente en los días
señalados, que eso lo sabe hacer cualquiera. ¡Sorprender!: forma práctica de
pensar menos en nosotros mismos.
PADRE
BENDICE
A NUESTRA
PATRIA
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