Texto del Evangelio (Lc 12,54-59):En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «Cuando veis una nube que se
levanta en el occidente, al momento decís: ‘Va a llover’, y así sucede. Y
cuando sopla el sur, decís: ‘Viene bochorno’, y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis
explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este
tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas
con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea
que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil
te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado
el último céntimo».
«¿Cómo no exploráis (...) este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros
mismos lo que es justo?»
Hoy, Jesús quiere que levantemos nuestra mirada hacia el cielo. Esta mañana,
después de tres días de lluvia persistente, el cielo ha aparecido luminoso y
claro en uno de los días más espléndidos de este otoño. Vamos entendiendo en el
tema de cambios de tiempo, ya que ahora los meteorólogos son casi como de la
familia. En cambio, nos cuesta más entender en qué tiempo estamos o vivimos:
«Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues,
este tiempo?» (Lc 12,56). Muchos de los que escuchaban a Jesús dejaron perder
una ocasión única en la historia de toda la Humanidad. No vieron en Jesús al
Hijo de Dios. No captaron el tiempo, la hora de la salvación.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et Spes (n. 4), actualiza el Evangelio de hoy: «Pesa sobre la Iglesia el deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio (…). Es necesario, por tanto, conocer y comprender el mundo en que vivimos y sus esperanzas, sus aspiraciones, su modo de ser, frecuentemente dramático».
Cuando observamos la historia, no nos cuesta mucho señalar las ocasiones perdidas por la Iglesia por no haber descubierto el momento entonces vivido. Pero, Señor: ¿cuántas ocasiones no habremos perdido ahora por no descubrir los signos de los tiempos o, lo que es lo mismo, por no vivir e iluminar la problemática actual con la luz del Evangelio? «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?» (Lc 12,57), nos vuelve a recordar hoy Jesús.
No vivimos en un mundo de maldad, aunque también haya bastante. Dios no ha abandonado su mundo. Como recordaba san Juan de la Cruz, habitamos en una tierra en la que anduvo el mismo Dios y que Él llenó de hermosura. La beata Teresa de Calcuta captó los signos de los tiempos, y el tiempo, nuestro tiempo, ha entendido a la beata Teresa de Calcuta. Que ella nos estimule. No dejemos de mirar hacia lo alto sin perder de vista la tierra.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et Spes (n. 4), actualiza el Evangelio de hoy: «Pesa sobre la Iglesia el deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio (…). Es necesario, por tanto, conocer y comprender el mundo en que vivimos y sus esperanzas, sus aspiraciones, su modo de ser, frecuentemente dramático».
Cuando observamos la historia, no nos cuesta mucho señalar las ocasiones perdidas por la Iglesia por no haber descubierto el momento entonces vivido. Pero, Señor: ¿cuántas ocasiones no habremos perdido ahora por no descubrir los signos de los tiempos o, lo que es lo mismo, por no vivir e iluminar la problemática actual con la luz del Evangelio? «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?» (Lc 12,57), nos vuelve a recordar hoy Jesús.
No vivimos en un mundo de maldad, aunque también haya bastante. Dios no ha abandonado su mundo. Como recordaba san Juan de la Cruz, habitamos en una tierra en la que anduvo el mismo Dios y que Él llenó de hermosura. La beata Teresa de Calcuta captó los signos de los tiempos, y el tiempo, nuestro tiempo, ha entendido a la beata Teresa de Calcuta. Que ella nos estimule. No dejemos de mirar hacia lo alto sin perder de vista la tierra.
PADRE BENDICENOS
Cuando observamos la historia, no nos cuesta mucho señalar las ocasiones perdidas por la Iglesia por no haber descubierto el momento entonces vivido. Pero, Señor: ¿cuántas ocasiones no habremos perdido ahora por no descubrir los signos de los tiempos o, lo que es lo mismo, por no vivir e iluminar la problemática actual con la luz del Evangelio? «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?» (Lc 12,57), nos vuelve a recordar hoy Jesús.
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