Texto del
Evangelio (Jn 16,29-33): En
aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no
dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que
nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les
respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os
dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo,
porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en
mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».
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«¡Ánimo!:
yo he vencido al mundo»
Hoy podemos tener la sensación de que el mundo de la fe en Cristo se
debilita. Hay muchas noticias que van en contra de la fortaleza que querríamos
recibir de la vida fundamentada íntegramente en el Evangelio. Los valores del
consumismo, del capitalismo, de la sensualidad y del materialismo están en boga
y en contra de todo lo que suponga ponerse en sintonía con las exigencias
evangélicas. No obstante, este conjunto de valores y de maneras de entender la
vida no dan ni la plenitud personal ni la paz, sino que sólo traen más malestar
e inquietud interior. ¿No será por esto que, hoy, las personas van por la calle
enfurruñadas, cerradas y preocupadas por un futuro que no ven nada claro,
precisamente porque se lo han hipotecado al precio de un coche, de un piso o de
unas vacaciones que, de hecho, no se pueden permitir?
Las palabras de Jesús nos invitan a la confianza: «¡Ánimo!: yo he vencido al
mundo» (Jn 16,33), es decir, por su Pasión, Muerte y Resurrección ha alcanzado
la vida eterna, aquella que no tiene obstáculos, aquella que no tiene límite
porque ha vencido todos los límites y ha superado todas las dificultades.
Los de Cristo vencemos las dificultades tal y como Él las ha vencido, a pesar
de que en nuestra vida también hayamos de pasar por sucesivas muertes y
resurrecciones, nunca deseadas pero sí asumidas por el mismo Misterio Pascual
de Cristo. ¿Acaso no son “muertes” la pérdida de un amigo, la separación de la
persona amada, el fracaso de un proyecto o las limitaciones que experimentamos
a causa de nuestra fragilidad humana?
Pero «sobre todas estas cosas triunfamos por Aquel que nos amó» (Rom 8,37).
Seamos testigos del amor de Dios, porque Él en nosotros «ha hecho (...) cosas
grandes» (Lc 1,49) y nos ha dado su ayuda para superar toda dificultad, incluso
la muerte, porque Cristo nos comunica su Espíritu Santo.
PADRE
BENDICE
A NUESTRA
PATRIA
Las palabras de Jesús nos invitan a la confianza: «¡Ánimo!: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33), es decir, por su Pasión, Muerte y Resurrección ha alcanzado la vida eterna, aquella que no tiene obstáculos, aquella que no tiene límite porque ha vencido todos los límites y ha superado todas las dificultades.
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