Texto del
Evangelio (Jn 16,16-20): En
aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me
veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». Entonces algunos de sus
discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya
no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?». Y
decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos lo que quiere decir». Se dio cuenta
Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de
lo que he dicho: ‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me
volveréis a ver?’. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis,
y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá
en gozo».
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«Vuestra
tristeza se convertirá en gozo»
Hoy contemplamos de nuevo la Palabra de Dios con la ayuda del evangelista
Juan. En estos últimos días de Pascua sentimos una inquietud especial por hacer
nuestra esta Palabra y entenderla. La misma inquietud de los primeros
discípulos, que se expresa profundamente en las palabras de Jesús —«Dentro de
poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver» (Jn 16,16)—
concentra la tensión de nuestras inquietudes de fe, de búsqueda de Dios en
nuestra vida cotidiana.
Los cristianos de hoy sentimos la misma urgencia que los cristianos del primer
siglo. Queremos ver a Jesús, necesitamos experimentar su presencia en medio de
nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y caridad. Por esto, nos provoca
tristeza pensar que Él no esté entre nosotros, que no podamos sentir y tocar su
presencia, sentir y escuchar su palabra. Pero esta tristeza se transforma en
alegría profunda cuando experimentamos su presencia segura entre nosotros.
Esta presencia, así nos lo recordaba Juan Pablo II en su última Carta encíclica
Ecclesia de Eucharistia, se concreta —específicamente— en la Eucaristía: «La
Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia
cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la
Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en
múltiples formas, la promesa del Señor: ‘He aquí que yo estoy con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28,20). (...) La Eucaristía es
misterio de fe y, al mismo tiempo, “misterio de luz”. Cada vez que la Iglesia
la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos
discípulos de Emaús: 'Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron' (Lc
24,31)».
Pidamos a Dios una fe profunda, una inquietud constante que se sacie en la
fuente eucarística, escuchando y entendiendo la Palabra de Dios; comiendo y
saciando nuestra hambre en el Cuerpo de Cristo. Que el Espíritu Santo llene de
luz nuestra búsqueda de Dios.
PADRE
BENDICE A NUESTRA
PATRIA
Los cristianos de hoy sentimos la misma urgencia que los cristianos del primer siglo. Queremos ver a Jesús, necesitamos experimentar su presencia en medio de nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y caridad. Por esto, nos provoca tristeza pensar que Él no esté entre nosotros, que no podamos sentir y tocar su presencia, sentir y escuchar su palabra. Pero esta tristeza se transforma en alegría profunda cuando experimentamos su presencia segura entre nosotros.
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