Texto del Evangelio (Mt 9,14-15): En aquel tiempo, se le acercan los discípulos
de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos
no ayunan?». Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse
tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será
arrebatado el novio; entonces ayunarán».
«Días vendrán en que les será arrebatado el novio;
entonces ayunarán»
Hoy, primer viernes de Cuaresma, habiendo vivido el
ayuno y la abstinencia del Miércoles de Ceniza, hemos procurado ofrecer el
ayuno y el rezo del Santo Rosario por la paz, que tanto urge en nuestro mundo.
Nosotros estamos dispuestos a tener cuidado de este ejercicio cuaresmal que la
Iglesia, Madre y Maestra, nos pide que observemos, y a recordar que el mismo
Señor dijo: «Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces
ayunarán» (Mt 9,15). Tenemos el deseo de vivirlo no sólo como el cumplimiento
de un precepto al que estamos obligados, sino —sobre todo— procurando llegar a
encontrar el espíritu que nos conduce a vivir esta práctica cuaresmal y que nos
ayudará en nuestro progreso espiritual.
Buscando este sentido profundo, nos podemos preguntar: ¿cuál es el verdadero ayuno? Ya el profeta Isaías, en la primera lectura de hoy, comenta cuál es el ayuno que Dios aprecia: «Parte con el hambriento tu pan, y a los pobres y peregrinos mételos en tu casa; cuando vieres al desnudo, cúbrelo; no los rehuyas, que son hermanos tuyos. Entonces tu luz saldrá como la mañana, y tu salud más pronto nacerá, y tu justicia irá delante de tu cara, y te acompañará el Señor» (Is 58,7-8). A Dios le gusta y espera de nosotros todo aquello que nos lleva al amor auténtico con nuestros hermanos.
Cada año, el Santo Padre San Juan Pablo II nos escribía un mensaje de Cuaresma. En uno de estos mensajes, bajo el l.ema «Hace más feliz dar que recibir» (Hch 20,35), sus palabras nos ayudaron a descubrir esta misma dimensión caritativa del ayuno, que nos dispone —desde lo profundo de nuestro corazón— a prepararnos para la Pascua con un esfuerzo para identificarnos, cada vez más, con el amor de Cristo que le ha llevado hasta dar la vida en la Cruz. En definitiva, «lo que todo cristiano ha de hacer en cualquier tiempo, ahora hay que hacerlo con más solicitud y con más devoción» (San León Magno, papa)
Buscando este sentido profundo, nos podemos preguntar: ¿cuál es el verdadero ayuno? Ya el profeta Isaías, en la primera lectura de hoy, comenta cuál es el ayuno que Dios aprecia: «Parte con el hambriento tu pan, y a los pobres y peregrinos mételos en tu casa; cuando vieres al desnudo, cúbrelo; no los rehuyas, que son hermanos tuyos. Entonces tu luz saldrá como la mañana, y tu salud más pronto nacerá, y tu justicia irá delante de tu cara, y te acompañará el Señor» (Is 58,7-8). A Dios le gusta y espera de nosotros todo aquello que nos lleva al amor auténtico con nuestros hermanos.
Cada año, el Santo Padre San Juan Pablo II nos escribía un mensaje de Cuaresma. En uno de estos mensajes, bajo el l.ema «Hace más feliz dar que recibir» (Hch 20,35), sus palabras nos ayudaron a descubrir esta misma dimensión caritativa del ayuno, que nos dispone —desde lo profundo de nuestro corazón— a prepararnos para la Pascua con un esfuerzo para identificarnos, cada vez más, con el amor de Cristo que le ha llevado hasta dar la vida en la Cruz. En definitiva, «lo que todo cristiano ha de hacer en cualquier tiempo, ahora hay que hacerlo con más solicitud y con más devoción» (San León Magno, papa)
PADRE BENDICENOS
ResponderEliminarBuscando este sentido profundo, nos podemos preguntar: ¿cuál es el verdadero ayuno? Ya el profeta Isaías, en la primera lectura de hoy, comenta cuál es el ayuno que Dios aprecia: «Parte con el hambriento tu pan, y a los pobres y peregrinos mételos en tu casa; cuando vieres al desnudo, cúbrelo; no los rehuyas, que son hermanos tuyos. Entonces tu luz saldrá como la mañana, y tu salud más pronto nacerá, y tu justicia irá delante de tu cara, y te acompañará el Señor» (Is 58,7-8). A Dios le gusta y espera de nosotros todo aquello que nos lleva al amor auténtico con nuestros hermanos.