¡QUÉ POCO DADOS SOMOS A ALABAR
Y DAR GRACIAS AL SEÑOR!
Y DAR GRACIAS AL SEÑOR!
¡Qué poco dados somos a dar gracias, alabar al Señor, cuando se muestra benigno y compasivo con nosotros! Pensemos en el Evangelio de hoy (Lucas 17,11-19) diez leprosos, que es tanto como decir lo más bajo de la sociedad de ISRAEL, y no tanto por lo contagioso de su enfermedad (pensemos que el ÉBOLA que han padecido recientemente algunos países, los enfermos han sido llevados a guetos y sitios especiales, o se les ha prohibido salir de casa, o se les ha acampado a las afueras de los pueblos), sino porque en la mentalidad judía veterotestamentaria la enfermedad, y la lepra era de las peores, por sus efectos deformantes, es considerada un signo externo del pecado del enfermo, a mayor pecado, mayor enfermedad, mayor castigo divino... (Acordáos de como los amigos de JOB en el colmo de sus desgracias, no hacían sino insistirle que "reconociera su pecado" ¡Alguno debía tener, gordo, aunque no se acordara, para que Dios lo tratara de esa manera!) piden al Señor que tenga misericordia de ellos "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!", y el Señor, como no puede ser menos, se la concede, aunque cumpliendo con la consabida prescripción litúrgico-legal "id a presentaos a los sacerdotes".
Y aunque nos dice el Evangelio que por el camino sanaron, y quedaron purificados, sólo es que uno de ellos regresó, nótese lo que dice el evangelista LUCAS "uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias" a lo que el Señor le dice "levántate y vete, tu fe te ha salvado"
Curiosamente, en este caso, la fe que salva, y la que el Señor alaba, al contrario que en otras sanaciones no es la del movimiento primero de confiar en el poder del Señor al pedir la gracia de que se trate, ejemplos tenemos muchos, la hemorroísa que se acerca al Señor pensando "si al menos tocare la orla de su manto quedaré sanada" y el Señor le dice "hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad" (Marcos 5,25-34); o el siervo del Centurión "Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado (...) pero no soy digno de que entres en mi casa" y el Señor dice públicamente "de cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe" (Mateo 8,5-13); sino que es la fe del que, además, regresó "alabando a Dios en voz alta (...) dándole gracias".
Tengamos fe, pero no sólo la fe interesada, como dice el refranero de "acordarnos de Santa Bárbara cuando truena", que está bien recurrir al Señor en todo momento, especialmente en los momentos dolorosos y de Cruz, en la enfermedad, en la muerte, en la necesidad, en el agobio... pero tengamos la fe de alabar y dar gracias al Señor cuando todas esas situaciones se enderezan, o cuando simplemente la vida nos sonríe, y sobretodo, alabad al Señor, que no cuesta, hagamos nuestra la intención del salmista "Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca" (Salmo 34,1), pero hagamoslo con gratuidad, con la misma gracia y generosidad que el Señor muestra con nosotros, motivo por el que para ayudaros, está la canción que os he puesto inmediatamente antes de este párrafo.
"Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca" (Salmo 34,1), pero hagamoslo con gratuidad, con la misma gracia y generosidad que el Señor muestra con nosotros, motivo por el que para ayudaros, está la canción que os he puesto inmediatamente antes de este párrafo.
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