jueves, 19 de noviembre de 2015

Dios es el bien en si, la misericordia misma, un abismo de bondad

 
 
Dios es el bien
 
 

 
Dios es el bien en si, la misericordia misma, un abismo de bondad y, al mismo tiempo, él abraza ese abismo y excede todo nombre y todo concepto posible. No hay otro medio para obtener su misericordia que la unión. Uno se une a Dios compartiendo, en la medida de lo posible, las mismas virtudes, por ese comercio de súplica y de unión que se establece en la oración.

La participación en las virtudes, por la semejanza que instaura, tiene por efecto disponer al hombre virtuoso a recibir a Dios. Pertenece al poder de la oración operar esta recepción y consagrar místicamente el crecimiento del hombre hacia lo divino y su unión con él -pues ella es el lazo de las criaturas razonables con su Creador- siempre a condición de que la oración haya transcendido, gracias a una compunción inflamada, el estadio de las pasiones y de los pensamientos.
 
Pues un espíritu ligado a las pasiones no podría pretender la unión divina. En tanto que el espíritu ora en esta clase de disposición, no obtiene misericordia; en cambio, cuanto más éxito alcanza en alejar los pensamientos, más adquiere la compunción y, en la medida de su compunción, participa en la misericordia y en su consuelo. Que persevere humildemente en ese estado y transformará enteramente la parte apasionada del alma.

Gregorio Palamas

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