lunes, 23 de noviembre de 2015

LA FAMILIA

 
                                                      

 
 
Las cosas se están moviendo, y mucho. La reforma que Francisco pretende para la Iglesia no es mera retórica, ni se queda en gestos, ni siquiera es producto de su ejemplo personal o su audacia. Bergoglio está apostando por una Iglesia inclusiva, en primera persona del plural, en el que el “Nosotros” sea algo más que una palabra vacía de contenido. Y ha llegado el momento de que “Nosotros”, los que formamos parte de la Iglesia, hagamos algo.

Días antes de arrancar el Cónclave, escribí un post en este blog en el que soñaba con que había llegado la hora de dejar que Cristo saliera de su encierro. Hoy, este día, parece cada día más cercano.

Francisco ha dado un gran paso en ese sentido, enviando un completo cuestionario para que obispos, parroquias y cristianos de base den su opinión acerca de cuestiones de suma importancia. Desde los divorciados vueltos a casar a las uniones gay, pasando por la pastoral familiar, el uso de preservativos o la paternidad responsable.

No se trata de meras palabras, o deseos sin base real. Dentro de un año, se llevará a cabo un Sínodo Extraordinario sobre pastoral familiar. Y estos temas estarán sobre la mesa. Y se tomarán decisiones. Y, por primera vez en mucho tiempo –probablemente, por primera vez desde el Concilio-, todos los seguidores de Jesús tenemos voz. Y capacidad para opinar, y para que nuestra voz sea escuchada.

Francisco nos ha planteado 38 preguntas, muy concretas. Vamos a tomarnos la molestia de contestarlas. Y de hacérselas llegar al Papa. Ya ha pasado el tiempo de quejarnos por las decisiones que otros toman por nosotros, de denunciar que en la Iglesia únicamente deciden las jerarquías o movimientos. Por primera vez en mucho tiempo, nos han preguntado. Y creo sinceramente que nuestro deber es contestar.

Por si a alguien le interesa, aquí van mis respuestas al cuestionario del Papa.

1.- Sobre la difusión de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia sobre la familia,

a) ¿Cuál es el conocimiento real de las enseñanzas de la Biblia, de la (encíclica) ‘Gaudium et Spes’, de la ‘Familiaris consortio’ y de otros documentos del magisterio postconciliar (Vaticano II) sobre el valor de la familia según la Iglesia Católica? ¿Cuál es la formación de nuestros fieles para la vida familiar según las enseñanzas de la Iglesia?
Muy precario. Desafortunadamente, los documentos eclesiales carecen de un lenguaje que los hagan comprensibles para el común de los fieles. Que la familia es una institución de inestimable valor no hay quien lo dude hoy.


El problema no es tanto la formación de los fieles –que sí resulta muy mejorable- sino las propias enseñanzas de la Iglesia, que no encuentran acomodo con la realidad de la sociedad contemporánea.

b) Allí donde la enseñanza de la Iglesia es conocida, ¿es aceptada integralmente? ¿Hay dificultades en ponerla en práctica? ¿Cuáles?
No, no lo es. No son tanto las dificultades externas –que no existen en la práctica, al menos en Occidente- cuanto la desconexión de algunas de esas enseñanzas con la práctica del Evangelio. La actual pastoral familiar está trufada de prohibiciones y un completo listado de pecados, y en la misma apenas cuentan términos como “misericordia”, “acogida” o “diálogo”.

Resulta muy difícil entender que la actual pastoral familiar se centre en el uso o no de preservativos, en la prohibición de relaciones sexuales antes del matrimonio, en una castidad mal entendida y represora y en la concepción de todo lo relativo al sexo como pecaminoso. Una pastoral familiar sana debe basarse en el respeto y la libertad.

c) ¿Cómo es difundida la enseñanza de la Iglesia en el contexto de los programas pastorales en el ámbito nacional? ¿diocesano, parroquial? ¿Qué catequesis se hace sobre la familia?
En España, lamentablemente, los programas pastorales y catequéticos de familia se basan en la represión y no en la propuesta. Son un listado de prohibiciones y de pecados, cuando el valor de la familia está precisamente en su capacidad de acogida, de inclusión y de ayuda en cualquier circunstancia.



Si planteamos la familia cristiana como la única posible frente a otras formas de familia que han de ser poco menos que ninguneadas, estaremos cometiendo una grave injusticia y, lo que es peor, estaremos incapacitando a los futuros padres a afrontar, desde la fe, algunas problemáticas. Con la doctrina sobre la familia que hoy plantean los obispos españoles, unos padres con un hijo homosexual prácticamente estarían abocados a romper todo vínculo con él si decide vivir en pareja con otra persona.

d) ¿En qué medida -concretamente sobre qué aspectos-tal enseñanza es realmente conocida, aceptada, rechazada y/o criticada en ambientes extra eclesiales? ¿Cuáles son los factores culturales que obstaculizan la plena recepción de la enseñanza de la Iglesia sobre la familia?
Es evidente que la cultura actual no refleja los postulados defendidos históricamente por la institución.


Pero lo que resulta más sangrante son los obstáculos de la enseñanza de la Iglesia para la vida en sociedad. Defender los valores de la familia cristiana no tienen por qué suponer expresamente el ataque a otras formas de entender o vivir la familia o las relaciones. Y lamentablemente, eso sucede. Hay toda una panoplia de declaraciones de obispos y grupos ultraconservadores acerca de esto.

2.- Sobre el matrimonio de acuerdo con la ley natural…
a) ¿Qué lugar ocupa el concepto de ley natural en la cultura civil, tanto en ámbito institucional, educativo y académico, como en ámbito popular? ¿Qué ópticas antropológicas se sobreentienden en este debate sobre el fundamento natural de la familia?
Desde mi óptica, la familia está fundada sobre la base de personas que se aman y que deciden vivir una vida en común, orientada a la vida y a la construcción de una sociedad más humana y solidaria. La familia es el ámbito en el que se educa en la fe y en el respeto, donde encontrar refugio en los momentos de dificultad.


Una institución indispensable y reconocida por el ordenamiento jurídico y las leyes. Sin familia, no existiría sociedad. El fundamento natural de la familia es obvio, como lo es la propia vida humana o las relaciones humanas desde que el mundo es mundo. Existe familia antes que existiera la Iglesia católica. Y existirá la familia incluso en el hipotético caso de que la Iglesia dejara de existir.

b) El concepto de ley natural con relación a la unión entre el hombre y la mujer ¿es comúnmente aceptado como tal de parte de los bautizados en general?
Creo que sí. La unión hombre y mujer está dentro de la ley natural. Lo que no me queda claro es si determinadas actuaciones de la Iglesia institucional entienden la ley natural en lo relativo a las relaciones entre un hombre y una mujer.

c) ¿Cómo es contestada en la práctica y en la teoría la ley natural sobre la unión entre hombre y mujer en vistas de la formación de una familia? ¿Cómo es propuesta y profundizada en los organismos civiles y eclesiales?
No veo ningún problema. Los organismos civiles, en nuestro país, respetan y promueven las uniones entre hombre y mujer, ya sea dentro del matrimonio religioso, civil o las uniones de hecho. En cambio, la Iglesia no reconoce otra unión que la matrimonial sacramental.

d) En el caso de que pidan el matrimonio los bautizados no practicantes o quienes se declaran no creyentes, ¿cómo afrontar los desafíos pastorales que derivan de ello?
Insisto: el matrimonio existe antes incluso de que se creara la Iglesia. Los desafíos de cualquier pastoral, incluyendo la matrimonial, tienen que estar basados en el respeto y en el trato personalizado de cada caso. La iglesia tiene el derecho y el deber de proponer su modelo de vida matrimonial, de educación de los hijos y de vida cristiana.


El auténtico desafío está, en mi opinión, en entender que la propuesta no puede ser una imposición. La imposición de las ideas no puede estar más alejada del Evangelio.

3.- La pastoral de la familia en el contexto de la evangelización.
a) ¿Cuáles son las experiencias surgidas en los últimos decenios en orden a la preparación al matrimonio? ¿De qué manera se ha intentado estimular el deber de evangelización de los esposos y de la familia? ¿De qué manera promocionar la conciencia de la familia como “Iglesia doméstica”?
Es imprescindible una pastoral matrimonial que pusiera énfasis en la familia como “iglesia doméstica!, el lugar donde se vive la fe y el Evangelio, en el que se suma, se propone y se vive la fe con esperanza y alegría. Creo que en todo este debate, incluso en la formulación de algunas de las preguntas, se cae en el error de entender las familias cristianas únicamente desde una óptica, que en mi opinión resulta muy pobre.


No debería existir un “cliché” sobre lo que significa familia cristiana. Sí es cierto que, en los últimos tiempos, la preparación al matrimonio es mínima, se reduce a un brevísimo y conciso curso prematrimonial, y no se tienen en cuenta las experiencias profundas de convivencia previas a una unión matrimonial.


La convivencia es más difícil de lo que parece, y estar preparado para ello no debería reducirse a llegar célibe al matrimonio o entender el sexo únicamente como objeto de procreación. Entiendo que esta respuesta es algo reduccionista y caricaturiza el trabajo que realizan en muchos lugares muchos matrimonios cristianos, pero lo cierto es que la imagen que llega a la sociedad es ésta. Y hay que conocerla y tratar de modificarla.

b) ¿Se ha conseguido proponer estilos de plegaria en familia que consigan resistir a la complejidad de la vida y cultura actuales?
Lamentablemente no. Aunque es cierto que cada vez son más las editoriales o proyectos pastorales que promueven las oraciones antes de acostarse, las bendiciones de mesa en familia o la participación de los niños en la vida de la Iglesia.

c) En la crisis actual entre generaciones, ¿cómo las familias cristianas han sabido realizar la propia vocación de transmisión de la fe?
En la medida en que éstas han aportado su experiencia normalizada en sociedad, es positivo.


La propuesta de la familia cristiana sigue teniendo vigencia y validez en el mundo de hoy, dentro de las distintas propuestas culturales y sociales. La transmisión de la fe, en la mayor parte de las ocasiones en esta sociedad, se da a través del ejemplo de vida y un conjunto de valores que sirven para la convivencia.

d) ¿En qué manera las Iglesias locales y los movimientos de espiritualidad familiar han sabido crear caminos ejemplares?
Todos esos caminos son válidos y, posiblemente, efectivos. El riesgo, con todo, es el de creer que su camino es el único válido para una familia cristiana.

e) ¿Cuál es la aportación específica que parejas y familias han conseguido dar respecto a la difusión de una visión integral de la pareja y de la familia cristiana que sea actualmente creíble?
Insisto: el mejor modelo es el del ejemplo de vida. Es imposible un único modelo para cualquier circunstancia.


El modelo de la familia de Nazaret puede serlo, en tanto en cuanto sirve para hablarnos de un matrimonio con hijos que vivía y trabajaba en la sociedad de la época. No serviría si planteamos que una familia del siglo XXI debe vivir exactamente como lo haría otra de la Jerusalén del siglo I

f) ¿Qué atención pastoral ha manifestado la Iglesia para apoyar el camino de las parejas en la formación y de las parejas en crisis?
El del intento de la reconciliación y el perdón mutuos, basado en el amor y la comprensión. Una atención válida, que sin embargo se queda coja en el momento en que las parejas o formación o en crisis no son capaces de superar los obstáculos y se rompen.


Aquí se produce una especie de “vacío” por parte de la institución, que deja solas y desamparadas a muchas de estas personas que se atreven a dar un paso duro y difícil como puede ser una separación o un divorcio.

4.- Sobre la pastoral para afrontar algunas situaciones matrimoniales difíciles,
a) La convivencia “ad experimentum” (experimental), ¿es una realidad pastoral de relieve en la Iglesia particular (local)? ¿En qué porcentaje se podría estimar numéricamente?
No, no lo es. Pero debería serlo. La convivencia experimental se antoja fundamental antes de dar un paso de la relevancia del matrimonio, que está orientado a la permanencia y la formación de una familia

b) ¿Existen uniones libres de hecho, sin reconocimiento ni religioso ni civil? ¿Hay datos estadísticos fiables?
Por supuesto. Es una realidad asentada y hasta cierto punto necesaria en un momento de la vida, especialmente en la juventud.

c) Los separados y divorciados que se vuelven a casar ¿son una realidad pastoral relevante en la Iglesia particular? ¿En qué porcentaje se podría estimar numéricamente? ¿Cómo se afronta esta realidad a través de programas pastoral adecuados?
Desgraciadamente, se trata de una realidad absolutamente desatendida por la Iglesia actual. Cada vez son más los matrimonios o las uniones que fracasan, y resulta una injusticia y un antisigno que no se les permita volver a amar y querer formar una familia según los conceptos del Evangelio y el ejemplo de Cristo. Se convierten en seres estigmatizados y que acaban por abandonar la fe, después de que la institución les expulse de la práctica sacramental.

d) En todos estos casos, ¿cómo viven los bautizados sus irregularidades? ¿Son conscientes de ellas? ¿Manifiestan simplemente indiferencia? ¿Se sienten marginados y viven con sufrimiento la imposibilidad de recibir los sacramentos?
Por supuesto que se sienten marginados. Porque lo están. La indiferencia sólo viene después de mucho tiempo, cuando comprueban que su madre, la Iglesia, les abandona o les trata como seres apestados.

e) ¿Cuáles son las peticiones que las personas divorciadas y vueltas a casar dirigen a la Iglesia, respecto a los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación? Entre las personas que se encuentran en esta situación, ¿Cuántas piden estos sacramentos?
Me consta que son muchos los cristianos que, habiendo vivido una experiencia tan dolorosa como una separación o un divorcio –casi siempre traumática-, se refugian en su fe para poder empezar de nuevo. Cuando, pasado el tiempo, encuentran otra persona que llena su corazón y con la que compartir una vida y una familia, y comprueban que no pueden vivir su fe dentro de la Iglesia, se sientan traicionados.


Es preciso y urgente una actitud de apertura hacia estas personas. Es necesario, diría que imperioso, cambiar la normativa y permitir a los divorciados vueltos a casar la participación en la Eucaristía, después de un discernimiento personal –tal vez también comunitario- sobre la licitud moral de su opción.

f) ¿La simplificación de la praxis canónica, respecto al reconocimiento de la declaración de anulación del vínculo matrimonial podría ofrecer una real contribución positiva para la solución de los problemas de las personas implicadas? En caso afirmativo, ¿de qué manera?
El propio Papa lo señaló recientemente, y también el arzobispo Müller: cada vez parece más claro que muchas personas se casan sin estar lo suficientemente preparadas. La anulación matrimonial sigue siendo una opción cara, dificultosa, dolorosa y lenta. Hay que agilizar los procesos canónicos, que no son un plato de gusto para nadie.

g) ¿Existe una pastoral para acercarse a estos casos? ¿Cómo se desarrolla tal actividad pastoral? ¿Existen programas sobre ello en ámbito nacional y diocesano? ¿Cómo se anuncia a separados y divorciados vueltos a casar la misericordia de Dios y cómo se concreta el sostén de la Iglesia en su camino de fe?
Lamentablemente, no existen, salvo casos contados –como en la diócesis de Barcelona- actividades pastorales que integren a las personas divorciadas y vueltas a casar, y mucho menos desde un concepto de pastoral familiar. Estas personas y sus hijos no son consideradas familias en el sentido “católico” de la palabra, con lo cual jamás podrán sentirse integrados en plenitud. La misericordia de Dios, lamentablemente, no siempre se traduce en la Iglesia.

5.- Sobre las uniones de personas del mismo sexo…
a)¿Existe en vuestro país una ley civil que reconozca las uniones de personas del mismo sexo equiparadas de alguna manera al matrimonio?
Sí, desde 2005.

b) ¿Cuál es la actitud de las Iglesias particulares y locales tanto frente al Estado Civil promotor de uniones civiles entre personas del mismo sexo, como frente a las personas implicadas e este tipo de unión?
Francamente mejorable. La Iglesia española ha protagonizado manifestaciones contra el matrimonio gay, haciendo declaraciones que se alejan del Evangelio clamorosamente, y dando ejemplo de una absoluta falta de misericordia y de sentido cristiano.


Las convocatorias de encuentros de la “familia cristiana” en la plaza de Colón de Madrid o las sucesivas declaraciones de algunos obispos respecto al asunto retratan una realidad de la Iglesia española, absolutamente politizada y unida a unos valores que nada tienen que ver con la tolerancia, el diálogo y el amor por el prójimo por el que el mensaje de Jesús es, aún hoy, un mensaje válido para la construcción de una sociedad mejor.

c) ¿Qué atención pastoral es posible tener hacia las personas que han elegido de vivir según este tipo de uniones?
La misma que para cualquier bautizado. Conozco grupos de gays cristianos que tratan de vivir su fe y de incluir en ella su forma de vivir su sexualidad. El gran problema viene a la hora de considerar a los homosexuales como desviados, enfermos, poco menos que condenados al fuego eterno, siguiendo una interpretación excesivamente rigorista de algunos textos del Antiguo Testamento y San Pablo. Jesús jamás tuvo una palabra contra aquellos que pensaban o sentían de otro modo.

d) En el caso de uniones de personas del mismo sexo que haya adoptado niños, ¿cómo comportarse en vistas de la transmisión de la fe?
En primer lugar, normalizando la presencia de uniones homosexuales dentro de la Iglesia. Esto no supone que la Iglesia deje de proponer el modelo de familia cristiana como válido, respetable y bueno para el mundo de hoy, pero sí que la respuesta para otras realidades sea el anatema.


Sea como fuere, los niños que nacen fruto de esas uniones –ya sea adoptados, con madres de alquiler u otras propuestas-, ¿qué culpa tienen de lo que hayan hecho o dejado de hacer sus padres, aun suponiendo que hubieran hecho algo malo? Es inaceptable esta condena por extensión.

6.- Sobre la educación de los hijos en el sino de situaciones matrimoniales irregulares…

a) ¿Cuál es en estos casos la proporción estimada de niños y adolescentes con relación a los niños nacidos y crecidos en familias regularmente constituidas?
Actualmente, muy baja
b) ¿Con qué actitud los padres se dirigen a la Iglesia? ¿Qué solicitan? ¿Solo los sacramentos o también la catequesis y la enseñanza en general de la religión?
Fundamentalmente, aceptación y acogida. Sin estas dos actitudes, difícilmente podremos hablar de algo más concreto. Los sacramentos han de vivirse en el día a día. Y antes que enseñar los preceptos de una religión se ha de vivir el amor y la misericordia. “Mirad cómo se aman” debería ser el primer axioma, en lugar de “Cumple estas normas”. Si no, acabaremos como el joven rico.

c) ¿De qué manera las Iglesias particulares se acercan a la necesidad de los padres de estos niños para ofrecer una educación cristiana a los propios hijos?
Actualmente, y salvo casos aislados, de ningún modo.

d) ¿Cómo se desarrolla la práctica sacramental en estos casos: la preparación, administración del sacramento y el acompañamiento?
Actualmente, y salvo casos aislados, de ningún modo.

7.- Sobre la apertura de los esposos a la vida…

a) ¿Cuál es el conocimiento real que los cristianos tienen de la doctrina de la (encíclica) “Humanae Vitae” sobre la paternidad responsable? ¿Qué conciencia hay de la evaluación moral de los distintos métodos de regulación de los nacimientos? ¿Qué profundizaciones se podrían sugerir sobre ello desde el punto de vista pastoral?
Muy pequeño. La visión que se tiene de la doctrina eclesiástica sobre la paternidad responsable es, básicamente, la prohibición de cualquier uso de preservativos. Antes que plantear las prohibiciones habría que escuchar propuestas y entender qué significa realmente paternidad responsable, que en ningún caso debe ser “tener todos los hijos que Dios quiera”.


Como si supiéramos qué es lo que Dios quiere en este campo, como si esa tesis no hubiera traído abandonos y maltratos.
b) ¿La doctrina moral es aceptada? ¿Cuáles son los aspectos más problemáticos que hacen difícil su aceptación en la mayoría de las parejas?
La doctrina moral es un compendio, en la mayor parte de los casos, de prohibiciones absurdas planteadas por personas que jamás –en teoría- han tenido que afrontar estas cuestiones. El problema es que se hace doctrina sobre parejas sin tener en cuenta a las parejas.

c) ¿Qué métodos naturales se promueven de parte de la Iglesias particulares para ayudar a los cónyugues a poner en práctica la doctrina de la “Humanae vitae”?
Teniendo en cuenta que la apertura a la vida es un factor necesario para una vida conyugal sana, y para el sostenimiento de cualquier sociedad, hay que decir que la mayor parte de los “medios naturales” que se proponen, especialmente la abstinencia, son rotundamente antinaturales. El sexo, también dentro del matrimonio, es una expresión de amor hacia la otra persona.

d) ¿Qué experiencia hay sobre esta cuestión en la praxis del sacramento de la penitencia y en la participación en la eucaristía?
Creo que en este punto hay que diferenciar claramente sobre el uso de preservativos o la práctica sexual previa al matrimonio, que en mi opinión no deberían suponer un paso por el sacramento de la penitencia o la ausencia de la Eucaristía siempre y cuando la propia conciencia tome en consideración que se trata de actos consentidos, deseados y responsables, y otras cuestiones, mucho más delicadas, como la interrupción del embarazo, que comportan una gravedad moral y física mucho mayores.

e) ¿Qué contrastes se evidencian entre la doctrina de la Iglesia y la educación civil a este respecto?
La doctrina oficial de la Iglesia está actualmente a años luz de una visión normalizada y social en este punto.
f) ¿Cómo promover una mentalidad mayormente abierta a la natalidad? ¿Cómo favorecer el aumento de los nacimientos?
Dejando de considerar el sexo como algo pecaminoso y proponiendo una auténtica paternidad responsable, y colaborando para que las familias tengan las circunstancias económicas y sociales adecuadas para que la natalidad sea un acto realmente responsable.


La lógica del Evangelio lleva a tener todos los hijos que puedan tenerse, y que éstos sean deseados y vengan a un mundo donde puedan tener un futuro.

8.- Sobre la relación entre la familia y la persona,

Jesucristo revela el misterio y la vocación del hombre: ¿la familia es un lugar privilegiado para que esto suceda?
Indudablemente sí.
¿Cuáles situaciones críticas de la familia en el mundo actual pueden constituir un obstáculo para el encuentro de la persona con Cristo?
Los divorciados vueltos a casar, las situaciones de maltrato, el machismo, las uniones civiles, la convivencia prematrimonial, la pobreza, la educación en valores, la falta de participación en la vida eclesial…

¿En qué medida la crisis de fe que pueden sufrir las personas inciden en su vida familiar?
En la medida en que la fe forma parte de la vida de cada hombre y mujer, y en la medida en que somos seres sociales, cualquier crisis de fe incide en la vida familiar y social

9.- Otros desafíos y propuestas.

¿Existen otros desafíos y propuestas respecto a los temas tratados en este cuestionario, que sean consideradas como urgentes o útiles de parte de los destinatarios?
Fundamentalmente, que las respuestas que se den a este cuestionario, sean las que sean, puedan ser tenidas en cuenta para la construcción de una Iglesia más participativa, más inclusiva, más pendiente de los sufrimientos y anhelos del hombre y la mujer de hoy. El verdadero desafío es volver a colocar la Iglesia en el centro.

Finalmente, agradecer este tipo de iniciativas, y desear que tengan un fruto en forma de decisiones que abran a la Iglesia a una auténtica pastoral familiar, que afronte los desafíos con valentía e inclusión, como lo haría Jesús, el Resucitado, el motor que habría de movernos y que nos dijo que allí donde dos o más estén reunidos en su nombre, ahí estará él.

 
 







1 comentario:

  1. Fundamentalmente, que las respuestas que se den a este cuestionario, sean las que sean, puedan ser tenidas en cuenta para la construcción de una Iglesia más participativa, más inclusiva, más pendiente de los sufrimientos y anhelos del hombre y la mujer de hoy. El verdadero desafío es volver a colocar la Iglesia en el centro.

    Finalmente, agradecer este tipo de iniciativas, y desear que tengan un fruto en forma de decisiones que abran a la Iglesia a una auténtica pastoral familiar, que afronte los desafíos con valentía e inclusión, como lo haría Jesús, el Resucitado, el motor que habría de movernos y que nos dijo que allí donde dos o más estén reunidos en su nombre, ahí estará él.

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