Reestructurar con Espíritu
Representantes de las 30 comunidades diseminadas por Brasil, Venezuela, Argentina y España, buscaban preparar un Proyecto de vida y misión que suscitara esperanza.
Casi dos meses antes, del 18 al 28 de mayo, fue el Capítulo de la Provincia de San Nicolás el que proponía como objetivo prioritario: «Reestructurar la Provincia para revitalizar nuestra consagración y misión». No somos una empresa, pero también nosotros estamos en tiempos de reestructuración. Necesitamos reestructurar para revitalizar, es decir para vivir más acordes con el Evangelio y dejar que el Espíritu Santo regenere nuestra consagración, nuestra vida fraterna y nuestro espíritu misionero.
Necesitamos recuperar el espíritu misionero. En el Capítulo de Santo Tomás me sorprendió que José Gabriel, misionero de Marajó (Brasil), en su exposición sobre el tema de las misiones aludiera a las palabras de un estudioso, Jesús Díez Rastrilla, que en el primer congreso misional OAR (1991) recordaba: “La misión no se refiere inicialmente a un apostolado, sino a una disposición general que los abarca a todos…
Las misiones son el sello y la culminación de todos los demás apostolados de la Orden. En ellas pone a prueba la Orden, con más elocuencia que en ninguna otra iniciativa, la sólida seriedad de sus actitudes: su libertad de espíritu, sin reticencias calculadoras, la disponibilidad generosa de sus miembros, su pureza de intenciones, su capacidad de aventura para vivir confiada en la Providencia y en la fuerza del Evangelio, su proyección católica, su solidaridad con las necesidades del mundo y de la Iglesia, y hasta su capacidad de ser fecunda…”.
Cuando estuve con los hermanos que participaban en Roma en el curso de renovación, me preguntaron: ¿Se nota la revitalización? Puedo decir que no se nota en el aislamiento ni en el aburguesamiento, ni en los hermanos que buscan su seguridad en las cosas materiales.
Les hablé de la alegría que percibo en los ojos de los novicios y de muchos jóvenes de las JAR, en el empeño de muchos hermanos en trabajar en un proyecto común, en la bondad de tantos mayores que confían y transmiten paz, en tantos laicos que desean formarse y se esfuerzan en vivir su fe en las fraternidades y en nuestros ministerios, en aquellos hermanos que son capaces de volver al corazón y experimentar la novedad y la alegría del amor que renueva el espíritu y se hace misión y servicio.
Sí, la reestructuración que nos lleva a la revitalización es un proceso de conversión personal, comunitaria, pastoral y ecológica. Y la conversión, nos guste o no, pasa por el cambio, por el cambio y el espíritu misionero que suscita el Espíritu de Jesús.
El vino nuevo requiere odres nuevos (cf. Mc 2,22)."...vivir más acordes con el Evangelio y dejar que el Espíritu Santo regenere nuestra consagración, nuestra vida fraterna y nuestro espíritu misionero.... aquellos hermanos que son capaces de volver al corazón y experimentar la novedad y la alegría del amor que renueva el espíritu"iniciando el proceso de recordar, la Pre-existencia desde mi Ser interior, para tener una visiòn de vida más coherente, cierta, en este despertar a la consciencia Cristica, y especificamente; " los laicos que desean formarse y se esfuerzan en vivir su fe, asumiendo responsablemente el proceso de regeneraciòn espiritual que nos permite prepararnos para vivir en armonia, paz, amor, fraternidad y tomar el trabajo arduo de la evangelizaciòn de la familia, la comunidad y la sociedad con nuestro ejemplo y de ser posible con la misión que nos permite formarnos como misioneros pero al mismo tiempo despertar al hermano que se visita, que se le lleva el mensaje desde el espacio sagrado del corazòn, teniendo claro que el Evangelio es la fuerza que conduce al hombre a reencontrarse consigo mismo y a alcanzar la madurez de Unidad.
PADRE BENDICE A NUESTRA PATRIA
Las misiones son el sello y la culminación de todos los demás apostolados de la Orden. En ellas pone a prueba la Orden, con más elocuencia que en ninguna otra iniciativa, la sólida seriedad de sus actitudes: su libertad de espíritu, sin reticencias calculadoras, la disponibilidad generosa de sus miembros, su pureza de intenciones, su capacidad de aventura para vivir confiada en la Providencia y en la fuerza del Evangelio, su proyección católica, su solidaridad con las necesidades del mundo y de la Iglesia, y hasta su capacidad de ser fecunda…”.
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