viernes, 20 de noviembre de 2015

Al ser un hombre de oración, de ciencia y de caridad, gozaba de gran autoridad

 
 
 
 
Recordamos hoy la santidad de san Alberto Magno, nacido en Alemania a comienzos del siglo XIII. Ingresó en la recién fundada Orden de Predicadores, los dominicos, dedicándose fundamentalemtne al estudio. Fue profesor en la Universidad de París, e influyó en la formación de santo Tomás de Aquino. Acerca de sus últimos años de vida, dice el papa Benedicto XVI:

En los años 1263 y 1264 Alberto predicó en Alemania y en Bohemia, por voluntad del Papa Urbano IV y regresó después a Colonia, donde retomó su misión de docente, estudioso y escritor.

Al ser un hombre de oración, de ciencia y de caridad, gozaba de gran autoridad en sus intervenciones, en varias vicisitudes de la Iglesia y de la sociedad de la época: fue sobre todo un hombre de reconciliación y de paz en Colonia, donde el arzobispo había entrado en dura contraposición con las instituciones ciudadanas; se prodigó durante los trabajos del II concilio de Lyon, en 1274, convocado por el Papa Gregorio X para favorecer la unión entre la Iglesia latina y la griega, después de la separación del gran cisma de Oriente de 1054; aclaró el pensamiento de santo Tomás de Aquino, que había sido objeto de objeciones e incluso de condenas completamente injustificadas.

Murió en la celda de su convento de la Santa Cruz en Colonia en 1280, y muy pronto fue venerado por sus hermanos dominicos. La Iglesia lo propuso al culto de los fieles con la beatificación, en 1622, y con la canonización, en 1931, cuando el Papa Pío XI lo proclamó Doctor de la Iglesia.


Fue enterrado y hasta hoy es venerado en la Iglesia de San Andrés de Colonia. La construcción de la iglesia conventual de canónigos, que lleva el título de San Andrés, fue iniciada por el arzobispo Bruno, hermano del emperador Otto I (el Grande), en la segunda mitad del siglo 10 (en el mismo sitio ya había existido un templo del siglo anterior, dedicado a San Mateo). Se le aplicó el estilo románico temprano. Tuvo una cripta cuyos restos se han conservado en la cripta actual. La iglesia fue consagrada por el arzobispo Gero, el 3 de mayo de 974.

 

Alrededor del año 1200 se comenzó con la construcción de la iglesia actual, en estilo románico tardío, como basílica de tres naves y las respectivas columnas, con una fachada al oeste, una nave transversal, una torre sobre el cruce de naves y un coro largo al este. El actual vestíbulo de entrada era parte del claustro conventual. La iglesia, en esta época, pasó a ser el templo conventual de los dominicos de Colonia.


En el lado norte hubo un atrio de entrada que más tarde se convirtió en sacristía. El respectivo portal lleva dos figuras de leones en estilo románico. En el siglo 14 se ensancharon las naves laterales, agregándoles capillas. En el siglo 15, el original coro románico de los canónigos fue sustituído por un nuevo coro al estilo gótico. En esta oportunidad se tapó la cripta.


San Andrés cuenta con un número considerable de frescos que se han conservado sólo parcialmente, por ejemplo en las capillas laterales.


Es uno de los restos más antiguos de la iglesia. La cripta fue tapada en el siglo 15 y redescubierta en 1953. Su remodelación obedece al estilo de los años 50. La parte baja con la tumba de San Alberto nos da una idea cómo habrá sido originalmente.

La cripta contiene un sarcófago romano (siglo 3 a.C.) con los restos mortales del San Alberto (1200-1280). El 15 de noviembre de 1980, el papa Juan Pablo II, en ocasión de su primera peregrinación oficial a Alemania, visitó esta iglesia y la tumba del Santo - a los 700 años de su muerte. En la pared se encuentran inscripciones que conmemoran tanto a San Alberto como también el mencionado hecho histórico.




1 comentario:

  1. Al ser un hombre de oración, de ciencia y de caridad, gozaba de gran autoridad en sus intervenciones, en varias vicisitudes de la Iglesia y de la sociedad de la época: fue sobre todo un hombre de reconciliación y de paz en Colonia, donde el arzobispo había entrado en dura contraposición con las instituciones ciudadanas; se prodigó durante los trabajos del II concilio de Lyon, en 1274, convocado por el Papa Gregorio X para favorecer la unión entre la Iglesia latina y la griega, después de la separación del gran cisma de Oriente de 1054; aclaró el pensamiento de santo Tomás de Aquino, que había sido objeto de objeciones e incluso de condenas completamente injustificadas.

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