¿Y LA VIDA?
La verdad es que no me hace mucha gracia esta parábola de las monedas de plata del Evangelio de hoy (Lucas 19,11-28), o su correlato en la parábola de los talentos en Mateo (25,14-30)... puede que este disparecer tenga una causa antropológica, porque vamos, peinando ya incipientes canas, enfermo crónico y con cuarenta años recién cumplidos, uno, lejos de verse como modelo de hombre maduro que ha alcanzado sus expectativas vitales, mas bien me veo en "el ecuador de la vida" (ahora se puede decir con más razón, que los medios de comunicación dijeron la semana pasada que la esperanza de vida en ochenta años sólo la alcanzan ESPAÑA y JAPÓN) con unos resultados bastante pobres, y un horizonte aún más desalentador... ¡Va a ser verdad que existe la crisis de los cuarenta! Que al final de la vida, creo, no me va a preocupar tanto mis talentos, o como hayan producido, más bien no producido nada, sino que al menos, en mi funeral, los asistentes digan -¡qué mínimo!- lo que PEDRO dijo del Señor: "Pasó por la vida haciendo el bien..." (Hechos 10, 38).
Al final, sin saber muy bien qué hice con mis talentos, habré de presentarme ante el rey, que me dijo "hazlos producir hasta que vuelva" y ni siquiera me valdrá la excusa de aquel que, en la parábola, fuera el peor de los administradores "Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo porque sé que eres un señor exigente y tuve miedo", acaso humildemente diré como aquella otra, la "la oración del payaso" que dice así:
Aquí estoy, Señor.
Mi alforja está vacía,
mis pies sucios y heridos,
mis entrañas yermas,
mis ojos tristes,
mis flores mustias y descoloridas.
Sólo mi corazón está intacto...
Me espanta mi pobreza
pero me consuela tu ternura.
Estoy ante ti como un cantarillo roto;
pero, con mi mismo barro,
puedes hacer otro a tu gusto...
Aquí estoy, Señor.
Señor:
¿Qué te diré cuando me pidas cuentas?
Te diré que mi vida,
humanamente, ha sido un fallo;
que he perdido todo lo tuyo y lo mío,
y me he quedado sin blanca;
que no he tenido grandes proyectos,
que he vivido a ras de tierra,
que he volado muy bajo,
que estoy por dentro como mi traje,
cosido a trozos, arlequinado.
Pensándolo bien, esto de estar en "el ecuador de la vida" no es tan malo, hipotéticamente me da tiempo a hacer, a esta altura de la vida, lo mismo que he hecho hasta ahora, ¡sólo necesito el mismo tiempo, que es el que hipotéticamente tengo!, no quiero pensar que sea yo tan castrojo que no haya aprendido nada en estos cuarenta años dando tumbos por la vida, al menos algunos errores evitaré, es de suponer que aún me queda mucho bien por hacer, y en todo caso, esta vez, no se me ocurrirá guardar las monedas de plata en un pañuelo cuarenta años ¡al menos las meteré en el banco, que aún estoy a tiempo de ofrecer al Señor el otro cincuenta por ciento de intereses por la parte de vida que aún no he desperdiciado!
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