miércoles, 18 de noviembre de 2015

Y Dios ¿No tiene nada que decir ante todo esto?


Que dicen los agoreros que las cosas no van bien, y ciertamente que es así, nos estamos cargando la naturaleza, esquilmando los bosques y las selvas, exterminando especies, lo que tampoco es que nos importe mucho, porque el ser humano es el único ser vivo que no sólo ataca otras especies, sino que, paradójicamente, contra todo principio natural de perpetuación de la especie, nos atacamos entre nosotros en guerras interesadas, por fronteras invisibles, recursos que deberían ser de todos o diferencias étnico culturales o religiosas; que tenemos una crisis económica que sangra los pueblos, los derechos civiles, las libertades, que aumenta el terrorismo, los actos de violencia, la persecución religiosa; nuestros líderes políticos parecen empeñados en demostrarnos que sólo viven para llenarse el bolsillo, a la par que la boca, de mentiras y los líderes religiosos se nos antojan huecos, vacíos, cuando no directamente hipócritas, y mientras, los poderosos lo siguen siendo más y los débiles, como eternas víctimas, somos llevados en fila al matadero....


Y Dios ¿No tiene nada que decir ante todo esto?

¡Vaya que sí tiene que decirlo! Aunque leyendo a los profetas mesiánicos por excelencia, entendiendo por mesiánicos los que anuncian una intervención directa de Dios en la historia por medio de su elegido, es decir, ISAÍAS y JEREMÍAS, parece que lo tienen claro "¡Dios está ya un poco muy harto de nosotros!" A las citas me remito:

"Viene el Señor airado contra todas las naciones" (Isaías 34,2)
"He estado mucho tiempo callado, mucho tiempo sin escuchar, ya me he reprimido bastante" (Isaías 42,14)

Parece que ya se ha acabado la paciencia de Dios con nosotros:

"El Señor desde lo alto ruge" (Jeremías 25,30)
"Alargué mis manos todo el día hacia un pueblo rebelde" (Isaías 65,2)
"¿De un pueblo así no se vengará mi alma?" (Jeremías 5,9)

Y parece que no viene muy conciliador, precisamente:

"He aquí que el Señor sale de su lugar para castigar la culpa de todos los habitantes de la tierra contra él" (Isaías 26,21)
"se levanta a pleitear el Señor y está en pie para juzgar a su pueblo" (Isaías 3,13)

Entonces parece que lo más prudente por nuestra parte, visto como está el panorama, añadiendo que Dios ya está hasta la coronilla de nosotros, va a ser esconderse y esperar que escampe la ira del Señor, eso si tenemos la suerte de que no nos encuentre:


"Meteos en las cuevas de las rocas, en las grietas de la tierra, 
ante el Señor terrible, ante su majestad sublime, 
cuando se levante aterrando la tierra. 
Aquel día el hombre arrojará sus ídolos de plata; 
sus ídolos de oro, -los que se hizo para postrarse ante ellos-, 
a los topos y a los murciélagos;
y se meterá en las grutas de las rocas 
y en las hendiduras de las peñas. 
Ante el Señor terrible, ante su majestad sublime, 
cuando se levante aterrando la tierra" 

(Isaías 2, 19-21)

Ya ha salido el Señor de su lugar, ha abandonado su trono del cielo y viene para juzgar a aterrar la tierra, ninguno de nosotros hemos de escapar inocentes... Mejor ponerse en camino, como el que ha sido notificado a un juicio, siempre será mejor caminar, ir al tribunal, en vez de estar ansioso y nervioso en casa, esperando la sentencia... Ni qué decir tiene que camino del juez supremo, del terrible tribunal, es inútil ir pensando excusas por el camino, o ir argumentando la defensa.. el castigo se nos antoja inevitable.

Y, de repente, nos encontramos citados en BELÉN, un extraño lugar para un juicio solemne, una pobre aldea para tan importante convocatoria, una sede extraña para un juez que se nos antoja aún más extraño:

"Porque un niño nos ha sido dado, un hijo nos ha nacido" (Isaías 9,5)

Esperábamos un juez terrible y nos encontramos un niño desvalido, y mira que deberíamos saberlo de antes, porque cuando Dios sale de su lugar, cuando abandona su sede del cielo, cuando viene a juzgarnos, se convierte en Dios-con-nosotros, mira que con todo nos lo habían dicho también:

"¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Por eso el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la joven está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel" (Isaías 7,13-14)

¿Éste es el Señor que sale para aterrar la tierra?

Tendríamos que habernos escondido "en las grietas de la peña" -como nos advertía el profeta- y sin embargo, hete aquí, que somos nosotros los que nos lo encontramos a él en lo oculto de la gruta de BELÉN.
Este es el mensaje inaudito de la Navidad.
El día en que esperábamos fuego del cielo....
El día en que teníamos que rendir cuentas....
El día en que la palabra de Dios sería dada directamente a los hombres, sin mediaciones...
Pues bien, ese día...

"Se manifiesta la bondad de Dios y su amor por los hombres" (Tito 3,4)
"Lo que se hace visible, cuando Dios se manifiesta en persona, es un hombre, más aún, es un simple niño" (YVES CONGAR)
"Y encontramos al niño...echado en un pesebre"


Y este es el extraño tribunal... aquí es donde hemos de rendir cuentas, en una cueva, ante un niño... y estas cuentas, tanto las personales como las del mundo, han de hacerse en silencio, ese silencio reverencial que solemos hacer siempre ante un niño recién nacido por aquello de "no despertarlo, molestarlo o importunarlo". Cuando Dios mismo viene a hablarnos todo comienza con un gran silencio, también ahora, cuando la Palabra se ha hecho carne, hay que guardar silencio...

¡Y no seré yo el que lo rompa!

Al final van a ser ciertas las palabras de ese otro gran poeta-profeta contemporáneo, RABINDRANATH TAGORE, al afirmar "Cada vez que nace un niño, es que Dios aún no ha perdido su esperanza en el hombre".

- - - O - - -

Nuevamente este texto no es mío, lo he actualizado un poco, pero está tomado de ese libro que llevo recomendandoos todo el Adviento "LA SEDUCCIÓN DE DIOS" de ALESSANDRO PRONZATO (Ediciones SÍGUEME, Salamanca, 1975), una especie de ejercicios espirituales de Adviento dirigidos a la vida religiosa y consagrada (páginas 165-167)

1 comentario:

  1. Al final van a ser ciertas las palabras de ese otro gran poeta-profeta contemporáneo, RABINDRANATH TAGORE, al afirmar "Cada vez que nace un niño, es que Dios aún no ha perdido su esperanza en el hombre".

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