Vivimos en el período más solemne de la historia de este mundo. La suerte de las innumerables multitudes que pueblan la tierra está por decidirse.
Necesitamos ser guiados por el Espíritu de Verdad.
Muchos se engañan con respecto a su verdadera condición ante Dios. Se felicitan por los actos reprensibles que no cometen, y se olvidan de enumerar las obras buenas y nobles que Dios requiere, pero que ellos descuidan de hacer.
No basta que sean árboles en el huerto del Señor. Deben corresponder a lo que Dios espera de ellos, llevando frutos.
Dios los hace responsables de todo el bien que podrían haber realizado, sostenidos por su gracia.
En los libros del cielo sus nombres figuran entre los que ocupan inútilmente el suelo. Sin embargo, aun el caso de tales personas no es del todo desesperado.
El Dios de paciencia y amor se empeña en atraer aún a los que han despreciado su gracia y desdeñado su misericordia. “Por lo cual se dice: Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, cómo andéis avisadamente;... redimiendo el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 514-16).
Cuando llegue el tiempo de la prueba, los que hayan seguido la Palabra de Dios como regla de conducta, serán dados a conocer.
En verano no hay diferencia notable entre los árboles de hojas perennes y los que las pierden; pero cuando vienen los vientos de invierno los primeros permanecen verdes en tanto que los otros pierden su follaje.
Así puede también que no sea dado distinguir actualmente a los falsos creyentes de los verdaderos cristianos, pero pronto llegará el tiempo en que la diferencia saltará a la vista.
Dejad que la oposición se levante, que el fanatismo y la intolerancia vuelvan a empuñar el cetro, que el espíritu de persecución se encienda, y entonces los tibios e hipócritas vacilarán y abandonarán la fe; pero el verdadero cristiano permanecerá firme como una roca, con más fe y esperanza que en días de prosperidad.
El salmista dice: “Tus testimonios son mi meditación”. “De tus mandamientos he adquirido inteligencia: por tanto he aborrecido todo camino de mentira” (Salmos 119,99, 104).
“Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría”. “Porque él será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viniere el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de hacer fruto” (Proverbios 3,13; Jeremías 17,8).
No por su nombre, sino por sus frutos, se determina el valor de un árbol.
PADRE EN ESTE AÑO
DEL JUBILEO DE LA MISERICORDIA
DEL INICIO DE UN NUEVO GOBIERNO
TE PEDIMOS,
A TI PARA QUIEN NADA ES IMPOSIBLE,
QUE ILUMINES Y GUÍES
A NUESTRO PRESIDENTE
No basta que sean árboles en el huerto del Señor. Deben corresponder a lo que Dios espera de ellos, llevando frutos.
ResponderEliminarDios los hace responsables de todo el bien que podrían haber realizado, sostenidos por su gracia.