Un don que el Señor
concede al monje es la compunción. Se trata de un movimiento dolorido del alma,
que sabe que no ha respondido fielmente al inmenso caudal de amor que Dios ha
derramado sobre ella; es más, podríamos decir de la incapacidad para responder
a tanto amor, que se traduce en faltas y pecados que se cometen cada día, o en
grandes infidelidades, de las cuales está llena la vida humana.
Sin embargo, no es un
dolor desesperado sino, por el contrario, lleno de esperanza. San Bernardo, en
su antológico comentario al Cantar de los Cantares, dice:
¿Qué hay tan mortífero
que no haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por esto, si me acuerdo que
tengo a mano un remedio tan poderoso y eficaz, ya no me atemoriza ninguna
dolencia, por maligna que sea.
La compunción no es un
ensimismamiento, sino que brota de la contemplación agradecida de cuanto Dios
ha hecho por nosotros en Jesucristo, especialmente los dolores de su Pasión y
Muerte. De esa contemplación, y en contraste con nuestra debilidad, brota un
dolorido deseo, que por un don especial del Espíritu Santo, llega a las mismas
lágrimas que derramó san Pedro la noche de su traición, cuando el gallo le
recordó las amorosas palabras de Jesús. Al final, el perdón del Señor vence
nuestro pecado.
Sobre la oración
Orar es un acto simple de
colocación ante la presencia de lo Sagrado.
No te compliques con
rituales ni con palabrería o con lecturas excesivas. Orar es muy sencillo, no
hace falta que te leas todos los libros que hay sobre el tema. Se trata de
orar, no de leer sobre ello. Vale más un minuto de presencia en lo Sagrado que
un año de lecturas sobre la oración.
El rato de oración es un
paréntesis de tranquilidad en tu vida. Nunca tengas prisa. La prisa, la
ansiedad, la complicación y la dispersión son los mayores enemigos del
espíritu. Mantenlos a raya cueste lo que cueste. Nunca te dejes llevar por
ellos. Mantente todo el tiempo que haga falta hasta que reconozcas la presencia
de lo Sagrado. Esto puede llevarte desde unos pocos minutos hasta horas. Ten
paciencia y espera.
Evita hacerlo de manera
mecánica y rutinaria; hazlo, no por obligación, sino por devoción. Eso te
coloca en una actitud y en una atmósfera totalmente diferentes.
El pensamiento racional
puede llegar a ser un gran enemigo del espíritu. No pienses, razones ni
elucubres sobre lo que haces. Simplemente hazlo; simplemente reza. Entra en esa
atmósfera, no pienses sobre ella. El pensamiento no entiende esos estados y
antes, durante o después de la oración, pondrá todo tipo de impedimentos y de
razonamientos haciéndote ver lo absurdo de la práctica. El pensamiento empleará
todo tipo de argumentos de lo más convincentes e ingeniosos. ¡No hagas caso al
pensamiento! Diga lo que diga la mente, tú continúa con tu práctica de oración.
Ten en cuenta que esto te
sucederá, incluso, después de muchos años de práctica y de frecuentación de
esos "lugares del Espíritu". Muchos son los testimonios de personas
de oración y de vida interior que así lo confirman. Nunca hagas caso a esos
pensamientos. La mente pensante, hiperdesarrollada en las personas actuales, no
puede abarcar ciertas moradas y se resiste con todas sus fuerzas poniendo una
barrera que debemos vencer con perseverancia e inspiración.
Sobre la oración
En la oración
no se trata de pedir cosas a Aquel que todo conoce. La oración no es para
decirle a Dios lo que quieres sino para escuchar lo que Él quiere para ti y que
no es otra cosa que compartir lo que Él es: Tranquilidad profunda, Beatitud,
Paz, Bondad, Belleza, Amor ...
No se trata de
pedir cosas sino de comprender que no necesitas nada más que la presencia de
Dios y descansar en esa morada llena de sus cualidades.
Antes de orar
debes de comprender que detrás de todos tus deseos de objetos o de situaciones
del mundo, solo hay un deseo: la paz profunda. Y ese deseo último que tanto
anhelas y que proyectas en los objetos y situaciones del mundo solo lo puedes
obtener en la interioridad. La tranquilidad y la plenitud solo están en tu
espíritu, que es el espíritu de Dios.
Una persona se
pone a orar cuando ha comprendido claramente la futilidad y la relatividad de
todos los objetivos convencionales humanos que, aún teniendo su importancia
relativa, no pueden darle la paz profunda, la plenitud que todo ser humano
anhela con nostalgia. Es comprendiendo claramente esto, bien sea por la propia
inteligencia, o movido por las constantes dificultades de la vida, cuando uno
se acerca a la Paz, la Belleza, la Bondad, la Plenitud y la Alegría que
proporciona el contacto con lo Absoluto y con lo Sagrado a través de la oración
en su calidad más contemplativa.
Sumergirse en
el "acto orante" es el síntoma más claro de que se ha llegado al
discernimiento (entre lo verdadero y lo falso), al desapego (de las cosas del
mundo), a la sumisión (a la presencia de Dios), a la humildad (respecto a
nuestra capacidad humana), a la sabiduría (habiendo comprendido donde está la
plenitud y el gozo verdaderos), a la caridad (al abrazar en nuestra oración a
toda la creación), y a todas las demás virtudes... Todas las virtudes están
contenidas en la oración.
padre sigue
bendiciendo
a nuestra patria
Sumergirse en el "acto orante" es el síntoma más claro de que se ha llegado al discernimiento (entre lo verdadero y lo falso), al desapego (de las cosas del mundo), a la sumisión (a la presencia de Dios), a la humildad (respecto a nuestra capacidad humana), a la sabiduría (habiendo comprendido donde está la plenitud y el gozo verdaderos), a la caridad (al abrazar en nuestra oración a toda la creación), y a todas las demás virtudes... Todas las virtudes están contenidas en la oración.
ResponderEliminarQue interesante;..Un acto orante en intimidad con Dios. Todo lo expuesto muy interesante, muy edificante.
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