miércoles, 23 de diciembre de 2015

Les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor





“Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”
(Lc. 2, 11)

Queridas hermanos y hermanos:

¡Feliz Navidad! Este es el saludo que nos decimos en estos días. Nace Jesús. El es el centro de esta fiesta. Al saludarnos así, estamos testimoniando nuestra fe en ese gran misterio del amor misericordioso de Dios: se hizo uno de nosotros por amor. Nuestro saludo es expresión de que creemos en ese Amor primero de Dios.

El domingo 13 de diciembre hemos iniciado en nuestra diócesis de Quilmes el Año de la Misericordia, con la apertura de la “puerta santa” en la Iglesia Catedral. Año que viviremos con el lema: “Misericordiosos como el Padre”.

Durante estos días estuve saludando a muchos de ustedes en distintos lugares de la diócesis, en los tres decanatos de Quilmes, y en los decanatos de Berazategui y Florencio Varela , incluida la Cárcel. Aunque brevemente, por la cantidad de gente, pude escuchar, contemplar, tocar, bendecir a tantas personas..! Me di cuenta que necesitamos tanto de Dios… Pero también caí en la cuenta de que Dios nos necesita para mostrar su rostro de ternura, de cercanía, de misericordia. Todos agradecían que hayamos salido a la calle, para saludar, entregar una estampa, entonar un villancico, dar una bendición, compartir un mate y una oración. Alguien me dijo: “Ahora la Navidad será completa para mí. Tengo la bendición de Dios para mí y mi familia”. Son pequeños gestos. Hay otros muchos más sacrificados, generosos y comprometidos a favor de los más frágiles y olvidados. Muchas hermanas y hermanos nos dan valiosos testimonios, la mayoría de las veces sin ser publicados, ocultos en medio del pueblo, como fermento de un mundo nuevo, verdaderas semillas del Reino que Jesús inauguró.

Todo esto es Navidad. Es experimentar la misericordia de Dios que nace en Belén, y compartir esa alegría de la salvación con los hermanos, particularmente con el que sufre y necesita ser consolado.

Bellamente lo dice el Papa Francisco en su carta “El rostro de la Misericordia”:    “En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos”… “Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo.

Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a  Dios por los vivos y por los difuntos.

No podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos juzgados: si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si acogimos al extranjero y vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o prisionero (cfr Mt 25,31-45). Igualmente se nos preguntará si ayudamos a superar la duda, que hace caer en el miedo y en ocasiones es fuente de soledad; si fuimos capaces de vencer la ignorancia en la que viven millones de personas, sobre todo los niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados de la pobreza; si fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido; si perdonamos a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de odio que conduce a la violencia; si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente con nosotros; finalmente, si encomendamos al Señor en la oración nuestros hermanos y hermanas. En cada uno de estos “más pequeños” está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga ... para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo  asistamos con cuidado. No olvidemos las palabras de san Juan de la Cruz:  ’En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor’ ”. (MV 15)

Por último, hermanas y hermanos, quiero invitarlos a seguir celebrando este trienio celebrativo de los cuarenta años de la Diócesis de Quilmes. Precisamente en el 2016 se cumple este aniversario. Lo hacemos con el lema: “Renovar el Anuncio”. Que la alegría del Evangelio nos impulse a ir al encuentro de tantos que esperan la Buena Noticia de Jesús.

¡FELIZ NAVIDAD! ¡FELIZ AÑO NUEVO!

Los abrazo y bendigo de corazón
 
+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes


Quilmes, diciembre de 2015

  

1 comentario:

  1. No olvidemos las palabras de san Juan de la Cruz:  ’En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor’ ”

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